Caía entonces
una noche de Mayo por las azoteas del surrealismo, vendita oportunidad la de
los mendigos de patrias
y banderillas pintadas de nacionalismos, pero si la
gente lo que quiere es comer, ¡que cojones!.
Sentido común es lo que añoro y hoy
lo voy a poner como punto número uno en mi declaración de principios,
escarbando aunque sea, en el mismo hoyo de otro muerto que hizo puenting desde
la barandilla en la terraza
de la hipotética casa de algún banco bueno; porque
también los hay malos, pero en esos no se suicida nadie. Y salir en la antípoda
del dolor, ese que hoy se cura con aspirina para ricos, mientras tu hermano se
muere de un catarro venido a mas. Esto es una
guerra. Un dolor de corazón que me vuelve un insolente,solitario y clandestino. Respiro el ámbar de
los semáforos a 200 por hora y me salto los pasos de cebra, y atropello abuelos
que por no tener, no tienen ni una mísera dentadura con que comer una puta onza
de turrón del mercadona. Pero conservo
la nitidez de aquel estado de bienestar que nos vendían igual que un par de
calcetines en el rastrillo de mi pueblo. Y a pesar de los pórticos, las escaleras
mecánicas y los cortilandias de los centros comerciales;las lucecitas y los regalitos de
navidad,esto es una mierda de guerra, una columna vertebral que hizo crack.
Quién fuese dinosaurio y partir de cero.
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