La democracia actual no tiene nada que ver con el mundo por
el que yo estoy dispuesto a pelear. Lo mío es un fracaso absoluto, un exilio de
ideas, un derrumbe de nostalgias compartidas en una mesa, con los cubatas
llenos de ilusiones hechas hielo. Me resulta increíble llegar a la conclusión
de una democracia incompatible con la libertad, pero es así. Todo era morralla,
y la libertad como la democracia, son morralla con un vasto olor a egoísmo. Las
buenas razones y los propósitos compartidos son fácilmente transmitidos, pero también transgenizables, al igual
que los virus. El pacifismo y la solidaridad, por ejemplo, son los virus del
capitalismo, pero bastan dos meses de telediario vía oral y manipulación
informativa de un submundo de hijos de puta para cambiar el sentido justo de todo un país
al borde del abismo. Y en esas estamos, las gentes inmersas en el túnel del
terror, muertas de miedo y dispuestas a obedecer, -¿veis la claridad?-
preguntan los hijos de puta, -¡pues corred hacia ella!-, pero la luz al fondo,
tan solo es un destello de diamantes al lado contrario del túnel. La democracia
es el caballo de troya de banqueros y tramposos; os podeís imaginar, ¡inocentes!,
quienes estamos dentro del equino. Y así me encuentro, a la intemperie de los
vientos y pensando en la ventaja de tener tan cerca el enemigo, si he de
entregarme a la autoridad, creo, he de correr bien poco. Y eso hice, convencí a
mi amigo y nos presentamos en las dependencias: -señor comisario..., venimos a
entregarnos a ustedes, su sistema, estamos cansamos de luchar-. Nos tomaron en jarras
detenidos aquellos agentes de policía y nos devolvieron al interior de aquel
equino gigante.
"Dedicado a todas las fuerzas de seguridad del estado, al
servicio de un caballo de troya llamado democracia, cuya maquinaria es movida
por la gente inocente abocada a un silencio de cadenas llamado capitalismo".
"Imagina un sueño: Todos juntos escapar del equino, llenarlo
de porcinos y hacerlo volar por los aires".
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